Hoy en día, el Manchester City atraviesa la etapa más gloriosa de su historia. Sin embargo, no es la única, como muchos suelen pensar. Más de cuatro décadas atrás, existió otro City exitoso y ganador, comandado por un personaje tan carismático como extravagante: un galán adicto al champagne y a las mujeres, siempre vestido con largos abrigos de piel, sombrero fedora y un puro en la mano. Hablamos del mítico Malcolm Allison, o simplemente, Big Mal.
Malcolm Alexander Allison nació el 5 de septiembre de 1927 en Dartford, donde pasó su infancia. Nunca fue un gran estudiante y, tras pasar por varios trabajos locales, encontró en el fútbol su verdadera vocación. Dio sus primeros pasos en el Charlton Athletic, firmando a los 18 años, aunque allí nunca logró consolidarse. Disputó apenas dos partidos en seis temporadas con los Addicks.
En 1951 decidió marcharse, no sin antes advertirle al entrenador que sus métodos de entrenamiento estaban anticuados. Fue entonces cuando el West Ham United llamó a su puerta. En los Hammers encontró su lugar, disputando 238 partidos y convirtiéndose en una figura clave. No solo fue capitán del equipo, sino que también comenzó a ejercer una influencia que iba mucho más allá del terreno de juego.
Fuera del campo, Malcolm Allison era mucho más que un futbolista. Trabajaba codo a codo con el entrenador Ted Fenton, un ex-sargento de la Segunda Guerra Mundial que confiaba plenamente en él. ‘Mal’ organizaba entrenamientos, diseñaba tácticas, lideraba las sesiones de gimnasio y hasta planificaba los partidos. Su compañero Frank O’Farrell recordaba con humor cómo, ante cualquier orden de Fenton, Malcolm respondía sin filtros: “¡Oh, cállate, Ted, por el amor de Dios!”.
Su pasión también lo llevó a involucrarse con la cantera del club. Visitaba frecuentemente la Academia del West Ham y durante los almuerzos, con saleros y botes de ketchup, ilustraba conceptos tácticos a los juveniles. Entre ellos, un joven Bobby Moore, que con el tiempo se convertiría en leyenda del fútbol inglés.
Sin embargo, su carrera como jugador terminó abruptamente. El 16 de septiembre de 1957, durante un partido contra el Sheffield United, contrajo tuberculosis. Pasó varios años en el hospital y le extirparon un pulmón, lo que le impidió volver a jugar profesionalmente. Aquel golpe marcó un antes y un después. Tras haber visto la muerte de cerca, Malcolm decidió vivir sin frenos, abrazando una vida repleta de excesos y emociones.
Tras colgar las botas, Malcolm Allison llevó una vida tan intensa como variada: fue vendedor de coches, jugador profesional de póker y hasta regentó un club nocturno en el Soho, frecuentado por futbolistas, políticos y celebridades como Frank Sinatra. Pero, a pesar del brillo de esos mundos, su verdadera pasión seguía siendo el fútbol, y más concretamente, los banquillos.
Durante su servicio militar en Viena, quedó fascinado con los métodos de entrenamiento del ejército ruso en los bosques del Prater. Esa experiencia encendió una chispa que lo llevó de vuelta al deporte. Su primera oportunidad como entrenador llegó en la Universidad de Cambridge, donde comenzó a forjar su fama de innovador. Propuso, por ejemplo, penalizar las cesiones al portero -una sugerencia ridiculizada en su momento, pero que se convirtió en regla 25 años después.
Su siguiente paso fue el Bath City, donde duplicó las sesiones de entrenamiento, algo que no fue bien recibido por sus jugadores, muchos de los cuales trabajaban a tiempo parcial fuera del fútbol. Sin embargo, los resultados hablaron por sí solos y su buen hacer llamó la atención internacional. El Toronto City de Canadá lo contrató, aunque su aventura allí duró poco: en cuestión de semanas, Allison ya estaba de regreso en Inglaterra, listo para seguir escribiendo su historia.
De regreso en las Islas, Malcolm Allison firmó con el Plymouth Argyle, donde no tardó en imponer su estilo irreverente y audaz. Su primer movimiento fue fichar a Tony Book, un jugador al que ya había dirigido en el Bath City. Sabía que convencer a la directiva de contratar a un debutante de 30 años sería casi imposible, así que recurrió a una de sus artimañas más célebres: chantajeó al médico del club para que falsificara la edad de Book en su partida de nacimiento.
En 1965, dio el gran salto al unirse al Manchester City como asistente de Joe Mercer, un entrenador veterano con problemas de salud que buscaba un colaborador joven, dinámico y con ideas frescas. Juntos formaron un tándem legendario que transformó al club y lo llevó a vivir su etapa más gloriosa hasta la era Guardiola. Bajo su dirección, el City conquistó una First Division (1967/68), una FA Cup (1969), una League Cup (1970) y una Recopa de Europa (1970). Aquella generación dorada contaba con figuras como Colin Bell, Mike Summerbee y Francis Lee, quienes quedaron grabados en la historia celeste.
Aunque Joe Mercer era la figura pública del banquillo, Malcolm Allison era el cerebro del proyecto. Inspirado por el fútbol danubiano que había conocido durante su servicio militar, apostaba por un juego técnico, rápido y rasante, con la pelota siempre al pie. Pero su influencia iba mucho más allá del campo: diseñaba los menús de los jugadores, modificaba los uniformes y revolucionó la preparación física en Inglaterra, incorporando métodos innovadores y rutinas intensivas que anticipaban el fútbol moderno.
Fuera del terreno de juego, Allison era un personaje excéntrico e imposible de ignorar. Su vida privada era un torbellino de escándalos y excesos. Fue uno de los protagonistas del escándalo sexual más sonado del Reino Unido, junto al político John Profumo, el espía soviético Yevgeny Ivanov y la joven Christine Keeler. En una de sus anécdotas más alocadas, mientras bebía en un bar de Mallorca, embriagó al actor Roger Moore -recién casado- y, aprovechando la situación, pasó la noche con su esposa, Tina. Para ‘Big Mal’, el desenfreno era tan parte de su leyenda como el fútbol.
Malcolm Allison vivía con la misma intensidad dentro y fuera del campo. Mantuvo relaciones con varias conejitas Playboy -una de ellas incluso se convirtió en su esposa tras un peculiar cortejo que incluyó una cita en un club de strippers, una sesión de patinaje sobre hielo y, finalmente, el altar. También se le vinculó con Jennifer Lowe, una extravagante aspirante al trono británico. Su leyenda de excesos se consolidó cuando Francis Lee tuvo que cargarlo hasta su casa metido en un saco, después de que se bebiera 23 botellas de champagne y se fumara varios habanos en una sola noche.
Tantos escándalos empezaron a pasar factura y su relación con Joe Mercer comenzó a agrietarse. Cuando recibió una oferta para dirigir a la Juventus, Allison la rechazó, convencido de que Mercer -ya muy desgastado físicamente- daría un paso al costado y él tomaría el mando del Manchester City. Pero Mercer no tenía intención de ceder su lugar.
La tensión alcanzó su punto máximo a finales de 1970, cuando estalló una crisis institucional en el club. Mientras la poderosa familia Alexander respaldaba a Mercer, Allison tejía su propia red de apoyos entre los empresarios Joe Smith y Simon Cussons, interesados en influir en la dirigencia. Ambos lograron entrar al consejo de administración y, tras una intensa disputa interna, la facción de Allison se impuso. Fue nombrado entrenador principal del primer equipo, y Joe Mercer puso rumbo al Coventry City.
Sin embargo, la etapa de ‘Big Mal’ en solitario fue un fracaso. Sin el equilibrio que ofrecía Mercer, el equipo no respondió y en 1973 presentó su renuncia.
El 31 de marzo de ese mismo año, Malcolm Allison tomó las riendas del Crystal Palace. Su huella se hizo notar de inmediato. Cambió el apodo del club, que pasó de ser conocido como The Glaziers (los Vidrieros) a The Eagles (las Águilas). Rediseñó por completo la imagen del equipo, reemplazando la tradicional equipación blanca, celeste y granate por los colores rojo y azul que aún lo identifican, e introdujo la icónica franja diagonal que sigue apareciendo en las camisetas alternativas del club.
En lo deportivo, el paso de Malcolm Allison por el sur de Londres fue decepcionante. El Crystal Palace descendió dos veces de manera consecutiva y, aunque en la temporada 1975/76 alcanzó las semifinales de la FA Cup, ‘Mal’ renunció a su cargo al final de esa misma campaña.
A pesar de los malos resultados, Allison dejó una de las postales más icónicas de su excéntrica carrera: llegó a un entrenamiento en un Rolls Royce con tapicería de leopardo, acompañado por la estrella del cine para adultos Fiona Richmond. Luego, la llevó a las duchas del vestuario y brindó con Champagne, ante la mirada incrédula de sus propios jugadores.
Su trayectoria continuó en los márgenes del fútbol británico y lo llevó por destinos como Turquía y Portugal, donde tuvo un breve renacer al conquistar la Liga y la Copa con el Sporting de Lisboa, además de dirigir al Vitória de Setúbal. Sin embargo, ‘Big Mal’ nunca volvió a ser el mismo.
✍️ Alex Cortón
🗓️ (22/03/2020)

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